Clasificación de los seres vivos
La vida en nuestro planeta se manifiesta en una asombrosa variedad de formas y estructuras. Esta diversidad es el resultado de distintos tipos de organización celular, así como de la especialización en tejidos, órganos y sistemas que presentan los seres vivos.
Ante esta enorme diversidad, surge la necesidad de desarrollar herramientas que nos permitan entender y comunicar de manera efectiva sobre los seres vivos. Aquí es donde aparecen dos conceptos clave. En primer lugar, se requiere un sistema de nomenclatura internacional, que nos permita identificar y referirnos a cada organismo de manera precisa. Este sistema ayuda a evitar confusiones y asegura que, sin importar nuestro idioma, todos podamos hablar sobre las mismas cosas.
En segundo lugar, la clasificación se convierte en una herramienta esencial. Clasificar a los seres vivos según sus similitudes facilita enormemente el estudio de la vida en todas sus formas. Gracias a esta clasificación, podemos identificar patrones, comprender relaciones evolutivas y explorar las maravillas de la biodiversidad.
Tanto la nomenclatura como la clasificación son las herramientas que nos permiten explorar y entender el fascinante mundo de la vida en la Tierra.
Nomenclatura de los seres vivos
En 1735, el naturalista sueco Carlos Linneo introdujo un sistema de nomenclatura destinado a identificar y clasificar las especies. Este método, conocido como sistema binomial, implica el uso de dos nombres: uno para el género y otro para la especie y es el sistema que utilizamos en la actualidad.
Tal y como propuso Linneo, el nombre que recibe cada especie lo conocemos como nombre científico y consta, de dos partes: el nombre genérico y el epíteto específico. A los nombres científicos debemos escribirlos siempre en cursiva (solo cuando no sea posible usar la cursiva escribiremos con subrayado). A la inicial del nombre genérico la escribimos siempre con mayúscula, mientras que al epíteto específico lo escribimos con minúscula. Por ejemplo, el nombre científico del puma es Puma concolor y el del cóndor es Vultur gryphus. Junto al nombre científico se suele agregar una abreviatura que corresponde al autor que describió por primera vez el taxón, por ejemplo Culcitium canescens Humb. & Bonpl., planta descubierta por Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland en 1808.
Los nombres científicos de los taxones que se encuentran en categorías taxonómicas superiores a la especie son uninominales, es decir están compuestos por una sola palabra. No se suelen utilizar cursivas para familias ni rangos superiores.
Al nombre genérico lo podemos utilizar por sí solo, esto cuando hacemos referencia al colectivo de especies que pertenecen al mismo género. Por ejemplo, tanto el caballo como la cebra pertenecen al género Equus. Sin embargo, el epíteto específico no puede ser utilizado sin el nombre genérico. De hecho, existen especies que tienen el mismo epíteto específico y no tienen ningún parentesco como Atelopus ignescens, el jambato negro, anfibio emblemático de los Andes ecuatorianos; y Megachile ignescens, una abeja cortadora de hojas nativa de Australia. Al epíteto específico lo solemos utilizar para indicar alguna característica de la especie; en este caso, ignescens que significa “llamear”, por el color rojo naranja del abdomen. Otro ejemplo es el epíteto "sativa" que se utiliza comúnmente en nombres científicos de plantas para indicar que la especie ha sido domesticada y se cultiva de forma regular como la lechuga (Lactuca sativa), la alfalfa (Medicago sativa) o la avena (Avena sativa).
La primera vez que escribimos el nombre científico de una especie, debemos escribirlo completo, pero si repetimos el nombre en el mismo contexto y no puede haber lugar a equivocación, podemos acortar el nombre indicando únicamente la inicial del nombre genérico. Esto simplifica la escritura sin perder la identificación única de la especie en cuestión. Por ejemplo: el oso de anteojos, Tremarctos ornatus, es la única especie de oso presente en Sudamérica; en Ecuador habita en bosques nublados y páramos. El número cromosómico de T. ornatus es de 52, mientras que los osos de las subfamilias Ailuripodidae y Ursinae poseen 42 y 74 cromosomas respectivamente.
En algunas ocasiones, una misma especie puede estar formada por poblaciones muy similares genéticamente, pero con alguna diferencia. En este caso, hablamos de subespecies. Por ejemplo, los frailejones, Espeletia pycnophylla que consta de cinco subespecies, de las cuales en Ecuador destacan: Espeletia pycnophylla subespecie angelensis, presente en el páramo de El Ángel y, Espeletia pycnophylla subespecie llanaganatensis, del páramo de los Llanganates.
La abreviatura "sp." significa "especie", se utiliza cuando no estamos seguros de la especie concreta o cuando se habla en términos generales sobre el taxón. Por ejemplo, si se menciona Geranium sp. se está haciendo referencia una especie no determinada del género Geranium. En tanto que la sigla "spp." es plural, significa "especies" y se utiliza cuando se hace referencia a varias especies del mismo género, por ejemplo: Bombus spp. se refiere a varias especies de abejorros del género Bombus.
Las abreviaturas "cf." (compara con), y "aff." (afín) se utilizan para indicar que la identificación de la especie no está completamente segura, pero hay similitudes o afinidades con la especie mencionada. Por ejemplo, Lobelia cf. tenera se refiere a una planta del género Lobelia que se asemeja a la especie tenera, pero con cierta duda sobre su identificación exacta.
La abreviatura "sp. nov.", del latín "species nova", se utiliza para indicar que la especie es nueva y está siendo descrita por primera vez en la literatura científica. Por ejemplo, esta expresión se utiliza en el artículo donde se describe una nueva especie de anfibio, descubierta en 2024 en Ecuador: Rhinella bella sp. nov.
El sistema binomial de nomenclatura científica permite, además de identificar a cada especie con un mismo nombre en todo el mundo, ayudar a la clasificación en distintos grupos o categorías conocidos como taxones. De esta forma, un grupo de individuos de géneros similares pueden agruparse dentro de la misma familia, e individuos de familias similares dentro del mismo orden. Siguiendo este patrón, se encuentran los taxones de clase, filo, reino y dominio.
En la actualidad, los científicos emplean diversas técnicas y recursos en sus investigaciones, que van desde la inspección visual del material hasta el análisis del material genético. El objetivo es construir clasificaciones que reflejen fielmente los parentescos entre las especies y reproducir su evolución. Este proceso se conoce como estudio filogenético.
Los dominios y reinos de los seres vivos
Según la clasificación más usada en la actualidad, el taxón más amplio es el de dominio. Tal como propuso Carl Woese a partir de la secuenciación de ARN, distinguimos tres grandes dominios: Bacteria, Archaea y Eukarya. Los dos primeros corresponden a organismos procariotas y el último a eucariotas. La categorización taxonómica por reinos no se emplea en la clasificación de procariotas (Archaea y Bacteria), donde solo se utiliza la agrupación en dominios. En consecuencia, en la actualidad, el sistema de reinos se limita a los organismos eucariotas, divididos en cinco reinos animales (Reino Animalia), plantas (Reino Plantae), hongos (Reino Fungi), protozoos (Reino Protozoa) y algas (Reino Chromista).